¿Cuándo cambié de Hábitos?

Todo empezó realmente por vanidad. Cuando comencé la preparatoria tenía un metabolismo envidiable, comía de todo y las cantidades eran mucho más de lo necesitaba seguramente. Algunas veces llegué a jugar competencias contra el apetito masculino y (orgullosamente en ese momento) gané todas las veces. De repente, llegando a los veintes, me percaté de que ya no era lo mismo, y comencé a “cuidarme” y así comenzó mi interés por la salud en general y me volví devota de “La Antidieta” (libro de Harvey & Marilyn Diamond) y aún utilizo varios principios de este tipo de alimentación ya que los ciclos de desintoxicación que sustenta son muy similares a los descritos en el Ayurveda, en lo cual creo firmemente como “La ciencia de la vida”. Avanzando en este camino me topé con lo LIGHT, no sólo me topé si no que me comí todo lo que anunciaba ser light, sugar free, fat free y todo lo cero calorías que encontraba. Y de repente, (aquí es donde la vanidad hizo su tarea) empecé a notar que mi piel era muy seca, y que empezaba a tener problemas de acné y espinillas, que no eran exagerados, más no me hacía sentido ser tan “sana” (ya que hacía ejercicio me mantenía en mi peso perfecto, todo lo que comía era light) y tener la piel (el órgano más grande) tan lastimada – después entendí que no era lastimada, era intoxicada. Pasé por todos los tratamientos dermatológicos que habían, desde los más sencillos y baratos hasta los más costosos (tanto económicamente, como para mi organismo) y jamás encontré algo que me solucionara este problema de la piel de manera permanente.

Al igual que con la piel, tenía que vivir “a dieta”, estaba totalmente convencida que el plátano, las tortillas, frutas dulces, lentejas, arroz y demás, jamás serían para mí; al menos no para mi versión delgada. Así que, entre turbulencia emocional que vivía en ese momento aunado al tema de vanidad, caí en un círculo vicioso, ya que cada vez me estresaba más y como resultado me brotaba más el problema de la piel. Por lo que de una manera o de otra, se dio que me enfocara en meditar. Así que aprendí técnicas de meditación en retiros y cursos impartidos por Deepak Chopra (una de mis personas favoritas) y comencé a ver mi “problema de acné” como una llamada de atención que mi organismo gritaba y tenía que salir de la única manera que yo (mujer vanidosa al fin) podría poner atención. Es tan sabio nuestro cuerpo que siempre grita de la manera que sabe que le pondremos atención. Así fue como la meditación se volvió parte central de mi vida. Mi apetito espiritual estaba totalmente satisfecho, pero aún faltaba algo, ya que tanto la cafeína, como el consumo de alimentos light (endulzantes artificiales, licuados de proteína, pastillas para quemar grasa etc.), me tenían tan alejada de mi centro, que era imposible aspirar a tener una relación genuina conmigo misma, ya que tanta alteración me tenía desconectada de mí y mi piel era testigo. Y entonces comencé con la nutrición holística. Me envolví en este mundo de la herbolaria, alimentos crudos, vivos y sus enzimas tan necesarias, por lo que asistiendo a cursos, conferencias, siguiendo con la carrera, me introduje en el increíble mundo de la naturaleza, los ciclos del cuerpo y su armonía, que son eventos de los que no todos somos conscientes por lo que no admiramos lo sorprendente del diseño natural de nuestros cuerpos.

Ya involucrada en esto, admito que había cosas naturistas que aplicaba a mi vida y otras no, así que vivía entre los dos mundos (el de lo light y el de lo natural) y no me decidía mucho, ya que seguía con el miedo a los jugos (por el azúcar) a los plátanos (por su alto contenido calórico), etc. hasta que nos dimos a la tarea de buscar a Iker (mi bebé) y claramente debía de embarazarme rápido ya que yo era “súper sana” y pues resultó que no era tan fácil, ni tan rápido. Me hice análisis y estudios, mismos que dieron como resultado que mi sistema hormonal no estaba funcionando eficientemente, por eso mi piel tan lastimada, reseca y mi acné recurrente. Entonces, comencé a vivir realmente lo que estaba aprendiendo, lo apliqué totalmente en mi vida y todo fluyó. Mis hormonas se acomodaron, mi piel regresó mejor que nunca, mi cabello y mi ciclos a tiempo, y derivó en un lindo y sano embarazo, que terminó en un parto humanizado y natural, sin intervenciones y en agua, una experiencia fuera de serie, y lo mejor de todo, mi hijo Iker es un bebé muy sano. Caí en cuenta que no sólo somos lo que comemos, sino que vivimos de acuerdo a lo que comemos, pensamos y sentimos de acuerdo a esto, ya que uno no puede pensar/sentir correctamente cuando estás padeciendo algún malestar y/o enfermedad.

Me quedó claro que los hijos no sólo son una bendición, sino que son una motivación para ser mejor persona, y debemos ser mejores personas ya que nos escogieron como padres y como un ejemplo en este mundo, y tenemos que ser alguien que los inspire a tener una vida feliz, saludable y armoniosa con ellos mismos y con su entorno.

De antemano MUCHAS FELICIDADES por empezar con tu CAMBIO DE HÁBITOS!

 

Valeria Lozano

Health Coach